Agosto de 2023
El sábado comienza con los últimos retoques de lo que viene siendo una fiesta que se estaba preparando desde hacía algo más de tres meses. Silvestre envía la actualización de las listas por mesa, y el chat se estalla, como en la noche anterior.
—¿Por qué se me ha cambiado de sitio?— comenta Sofía, disgustada.
—¿Se te olvida que siempre hacen lo que quieren?— comenta un número no registrado.
Y silencio. Al rato, Silvestre recibe la llamada de Brahmin, habría que encontrarse en el hotel colinas, para ver cómo se ha organizado la cosa.
El celular de Silvestre vibra, y lo mira como casi siempre, como si fuera a descubrir un gran tesoro en él. Es Teresa:
—¿Vamos juntos?— el mensaje está escrito con las típicas abreviaturas del WhatsApp.
—Claro
Los dos se preparan, Silvestre baja al patio con la rapidez que le caracteriza, mientras Teresa, como todas las mujeres, se toma su tiempo en prepararse.
[8:30] El chat vuelve a tomar ritmo, los que tenían que entregar las orlas a los profesores, parece que ya no son los mismos.
— Se supone que tenía que ser yo la que le entregaría la orla al profesor Felipe — escribe Angelica. Silvestre, ¿por qué me habéis sacado de la lista?
—No tengo nada que ver con eso — responde Silvestre evasivo.
—Haced lo que queráis — réplica ella.
Un número desconocido envía emojis de risa, otro envía el sticker de una mujer riéndose alocadamente. Y cuando Silvestre estaba a punto de escribir algo, escucha a Teresa hablar mientras se acercaba a él.
[9:00] Silvestre mira a la señorita acercarse, y se cuestiona sus razones de haberla esperado tanto tiempo. Gracia no la falta. Teresa es por lo general, alguien bastante agradable. Su capacidad para encontrarle chistes en cada cosa, era de gran admiración.
—¿Que tanto estabas haciendo?— cuestiona Silvestre, mientras la señorita se estaba acercando a él. Ella dice algunas palabras que caen a oídos sordos del joven, las escucha, pero no las presta atención. Los dos se dirigen a la salida. La residencia universitaria está inusualmente vacía. Todo el mundo se está preparando para volver a su casa. Y como es fin del mes, quizás todos estén en sus cuartos esperando a que llegue la hora de cobrar su efecto veinte.
El hotel colinas se veía vestido de la elegancia que le caracteriza. En el vestíbulo alguien trajeado iba de un lado a otro. Daba la impresión de ser el encargado. Los dos compañeros entran caminando el uno al lado del otro. La Sala de eventos estaba vacía.
—¿Dónde están las compañeras que tenían que decorar eso?— preguntó Silvestre dirigiéndose a la señorita Teresa. Ella se encogió de hombros. Al fondo de la sala había, jóvenes practicantes de hostelería esperando, seguramente, a recibir instrucciones.
Los dos compañeros se dirigieron a ellos a preguntar.
Los practicantes señalaron hacía fuera, hacía la piscina.
Silvestre llevaba puesto un pantalón verde, de éstos que tienen una goma en los pies, y una camiseta blanca. Las zapatillas eran de Nike, negras con cordones de color rojo. Llevaba una mochila negra, y caminaba como de costumbre, como di estuviese desfilando.
Entre las compañeras que se encontraban sentadas en la piscina se envontraba Marcia